Durante más de dos décadas hemos rediseñado decenas de diarios y revistas en todo el mundo. Con frecuencia, nos preguntan: ¿con cuál os quedaríais? O, también: ¿cuál ha sido vuestro proyecto favorito? Es una pregunta compleja por muchos motivos. Procuramos sortearla con evasivas diplomáticas que, además, son la pura verdad: todos los proyectos son igualmente importantes. ¡Que se lo digan si no a nuestros clientes!
Sin embargo, en nuestra trayectoria hay uno que es, posiblemente, el más especial de todos. Tenemos que decirlo: es Libération. Y es que Libération no es para nosotros un rediseño ni un encargo sino una larga y apasionada historia de amor. De cuando, en la universidad, lo comprábamos sin entender francés, sólo para admirarlo…
Pocos diarios hay en el mundo tan icónicos como Libé, surgido de las brasas aún vivas de mayo del 68. Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Serge July… Libération es cultura y compromiso. Es contestación e irreverencia. Es izquierda y provocación. Es ingenuidad y asamblea. Es descaro y militancia
Pero Libé también es innovación y sorpresa. Y fotografía exquisita. E ilustración y cómic aguerridos. Una cuna del mejor periodismo visual. Que un diario como Libération llame a tu puerta para afrontar un rediseño es como para echarse a temblar. Salen en ese momento todas las inseguridades que andaban adormecidas, a buen recaudo: ¿qué podemos enseñarles nosotros, que con ellos hemos aprendido tanto? Pues bien, Libération no llamó a nuestra puerta una sino… ¡dos veces! La primera, en 2009; la segunda, en 2015.
Y, así, nos pudimos colar como uno más en su sala de máquinas. Discreta, respetuosamente. Escuchar, por ejemplo, sus reflexiones en momentos tan críticos como el atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdó, a cuya plantilla hicieron un hueco de inmediato en su misma redacción. En su redacción de la rue Béranger fuimos testigos de cómo se gestan los mejores obituarios de la prensa mundial. De cómo sus periodistas fuman y beben gozosos, y de cómo también miran el mundo desde una terraza desde la que se abarca todo París… Hemos tenido la fortuna de compartir con Libé una década completa, con todos sus arrebatos y tumultos.
Y lo mejor es que nos escuchaban…
Primer rediseño: 2009
En 2009 propusimos a Libération sofisticarse. Ser rebeldes de etiqueta. No gritar o, en todo caso, hacerlo con glamur. El proyecto introdujo herramientas disruptivas en su historia, como una portada que no necesariamente tenía que ser un cartel.
Selección de páginas del rediseño puesto en marcha en 2009
Nuestra propuesta: al desligar texto de imagen, podían disponer de un arsenal narrativo más rico. La renovación tipográfica y cromática apuntaba en esa misma dirección: más azul y menos rojo, el aroma de la vieja Trade Gothic, la delicadeza de la Glosa Display, las caricaturas inconfundibles de Luis Grañena como nueva seña de identidad… Y un modelo de contenidos basado en la apuesta más radical: un tema por sección más un rico bazar multiformato de notas breves.
El modelo cuajó. Funcionó. Incluso aumentó la circulación.
Segundo rediseño: 2015
Después, el mundo volvió a cambiar. Y cuando Libé llamó a nuestra puerta otra vez le dijimos que tenía que volver a ser el ‘niño malo’ de los setenta. Quitarse la careta y gritar, ahora sí, sin remilgos. Ser rotundo. Antipático. Ellos mismos tenían ganas.
El rediseño de 2015 es un salto hacia adelante. Con una nueva familia tipográfica creada expresamente para Libé por Jean-Baptiste Levée, con una familia de iconos humanizados y activistas, y una puesta en página más viva, rotunda, prescinde de convenciones y abunda en sorpresas
Buceamos en los orígenes en busca de inspiración: recuperamos el rojo, las tramas punteadas y las tipografías con relieve, la Windsor de la primera cabacera, las mayúsculas negras y condensadas, los subrayados, el aroma ‘typewriter’, las versiones ‘round’ para el fin de semana, los iconos humanizados y activistas… Y radicalizamos el modelo periodístico prescindiendo de las secciones convencionales y yendo a una estructura ‘sobre-sorpresa’. Es el modelo que, con algún ajuste posterior, continúa vigente.
Sí, si tuviéramos que elegir el proyecto periodístico de nuestras vidas elegiríamos Libération. Que nunca ganó ningún premio de diseño —ni falta que le hacía—, pero con el que confirmamos que para contar lo que pasa es imprescindible conectar con el alma de uno y avanzar por ahí hasta las últimas consecuencias.