Hay muchos tipos de gráficos, pero en el fondo todos se reducen a dos: los gráficos diagramáticos-ilustrativos y los gráficos estadístico-conceptuales.
Los primeros son útiles para mostrar las partes de un todo y entender su funcionamiento. Estas representaciones descomponen objetos, organismos o sistemas de cualquier índole. Pequeños o grandes. Como si se tratara de una cebolla, aquí la infografía va quitando capas y revela. Los gráficos ilustrativos son muy populares porque su técnica se basa en el dibujo y sus representaciones suelen ser reconocibles.
Los segundos, los gráficos estadístico-conceptuales, son visualizaciones abstractas que permiten encontrar sentido a los números. Son más fríos, pero también revelan: en este caso, las relaciones entre esos números. Comparación, dependencia, procedencia, evolución… Los más sencillos son lo que solemos llamar fiebres, tartas o barras. Los mapas se encuadran en este segundo tipo de representaciones. Pero, a partir de una serie de estructuras primarias, caben representaciones complejísimas capaces de cruzar múltiples variables. La expresión ‘big data’, que tan popular se ha hecho, tiene que ver con esto. Frente a la maraña estadística casi inaccesible, la infografía procura poner luz. Porque, en el fondo, siempre hay rostros, vidas, personas con nombres y apellidos, debajo de los números. Como sucedía con los gráficos ilustrativos, aquí también se trata de entender.
Entender: ése es el único objetivo y ése debe ser el único límite de la infografía, un género híbrido —pero fundamentalmente visual— cuya vocación es poner las cosas fáciles.
Pues bien, historias de una ciudad hay escritas muchas. Textos rigurosamente históricos, aproximaciones ensayísticas, estudios sociodemográficos y económicos, ficciones, poesía… Una ciudad tiene quien le escriba. No es tan común contar cómo es una ciudad a través de la infografía. Y, sin embargo, el impacto que un género como éste puede causar en la ciudadanía es sorprendente.
No es tan común contar cómo es una ciudad a través de la infografía. Pero el impacto que puede causar es sorprendente.
Con motivo del 25º aniversario de los Premios Malofiej de Infografía, que cada año organiza la Society for News Design España (SNDE) con la colaboración con la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, propusimos al Ayuntamiento de Pamplona sacar la infografía del recinto exclusivo de un congreso de especialistas y llevarla a la calle mostrando todas sus posibilidades. Los Malofiej son a la infografía lo que los Pulitzer a la literatura o al periodismo, pero no tienen lugar en Nueva York ni en ninguna otra gran megalópolis sino en la capital navarra: ¿por qué no desentrañar un término que al público general le puede sonar oscuro y que, en el fondo, sólo significa información visual? ¿Por qué no darlo a conocer a través de realidades o actividades de la vida diaria en las que todos nos reconocemos?
‘Pamplona infográfica’ es el resultado de este intento. 25 temas, 25 representaciones, 25 paneles de gran formato: un retrato de la ciudad.
Gráficos para conversar
La exposición se exhibió en el Palacio de Condestable, un precioso edificio civil renacentista del corazón del casco antiguo pamplonés. Generó múltiples descubrimientos, no pocas perplejidades, un sinfín de conversaciones. Ése era el objetivo: ése es el objetivo siempre del periodismo.
Y fue así porque hablábamos de la estructura de población de cada barrio, de cuántas personas viven en sus domicilios, de nuestros inmigrantes y su procedencia, de los nombres más comunes en hombres y mujeres desde 1970, de la muerte, de la distancia en kilómetros de Pamplona a las 193 capitales del mundo, de lo que ha llovido —día a día— en una década, de los aviones que cruzan nuestro cielo, de lo que exportamos e importamos, de los orgullosos ‘rascacielos’ de nuestro modesto ‘skyline’, del número, localización y tipo de establecimientos en las calles más comerciales, de lo que compramos en el supermercado o por internet, de lo que estudiamos, del tipo y frecuencia de nuestras relaciones sexuales, de las calles con más tráfico y de las multas que nos ponen, de política, de la oferta cultural, de bares, de Osasuna, de los encierros sanfermineros… De nuestras cosas. De lo que nos importa. Y todo, todo, absolutamente todo basado en datos.
Cientos de personas visitaron ‘Pamplona infográfica’. Cada panel los retenía un buen rato, como si fuera el destino de un viaje al fondo de nosotros mismos. La muestra viene a mostrar la potencia comunicadora de la infografía y las múltiples posibilidades que el género tiene para empresas e instituciones.