Aunque esté de moda y se haya universalizado su uso hasta el abuso, la ilustración sigue teniendo su arte. Y, como en todo arte, hay en ella riesgo, logros y fracasos. La ilustración comercial o de medios ha experimentado una revolución en los últimos tiempos. Las herramientas en manos de ilustradores y diseñadores permiten hacer un trabajo maravilloso con un teléfono móvil o con una tableta. Una buena idea tiene un reflejo en la pantalla casi automático. Pero conviene distinguir entre una buena idea y una buena ilustración. Son dos cosas distintas. La tecnología ha abierto la puerta a una variedad infinita de alternativas a la ilustración, cierto, pero… ¿cómo convertir una buena idea en una buena ilustración?
En muchos casos, la persona que ilustra no tiene el cien por cien de la responsabilidad en el éxito o fracaso de un encargo. Cuando se decide emplear una ilustración, conviene tener en cuenta muchas cosas. ¿Es adecuada para el tema del que estamos hablando? ¿Es apropiada? ¿Está dentro de nuestro contexto? ¿Va a marcar la línea gráfica del trabajo que tenemos entre manos? ¿Cuánto de flexible es el ‘briefing’ que entregamos? (…)
Me gusta pensar, aunque no sea del todo cierto, que un proyecto de ilustración ya empezado es un camino sin retorno en el que estamos siempre presentes, sin avasallar, y sabiendo que hay un componente de aventura en la que la valentía y el riesgo son inevitables. Por eso, conviene preguntarse siempre cuál es el propósito. Es quizá la primera pregunta importante que deberíamos responder a un ilustrador, una vez que el trabajo se ha encargado. ¿Qué pretendemos? ¿Contar algo que no se puede contar con palabras? ¿Aportar una visión diferente, más poética?
Personalmente, aspiro a que una buena ilustración provoque mucho más que una mera reacción si en la mochila hay además una idea poderosa.
En el proceso creativo, que comienza en el tejado del director de arte, surgen muchas preguntas. ¿Quién es la persona ideal para ilustrar un trabajo? ¿Cómo vamos a trabajar con ella? Asociar a un ilustrador o a una ilustradora con un estilo puede jugar en nuestra contra: nunca somos conscientes de a dónde van a ser capaces de llegar, aunque pueda parecer que se manejan en un estilo determinado. Los buenos profesionales evolucionan. En el caso de la ilustración, suelen ser libres e inconformistas por naturaleza, lo que les lleva a tratar de superar sus propios límites en cada nuevo encargo.
Otro dilema que nos sitúa entre la persona que ilustra y el cliente suele ser este: ¿miramos a través de los ojos de nuestros clientes o, más bien, intentamos que el cliente mire a través de los nuestros? Las dos cosas son importantes. Nuestra capacidad de persuasión puede ir en varias direcciones. Si queremos convencer a nuestros clientes de que una idea nos gusta, deberemos argumentarla; si conocemos la línea roja que nuestros clientes no están dispuestos a cruzar, tenemos que avisar con delicadeza y antelación suficientes a quien la va a ilustrar. No olvidemos que un buen trabajo de ilustración, por muy rápido que se necesite, implica elegir caminos en los que es delicado retroceder.
Debemos confiar en la capacidad de nuestro ilustrador, en nuestras propias ideas y en la experiencia de nuestros clientes si queremos lograr que el trabajo sea satisfactorio para todos.
Por eso, antes de emprender el camino, es necesario planificar bien. He planteado un breve cuestionario a varios ilustradores con los que trabajamos habitualmente: al gaditano Pedro Perles, que vive en Madrid; al maño Diego Fermín, que vive en Toulouse (Francia); a la argentina Ana Yael, que vive en Barcelona, y al Sr. García, un madrileño que vive en Madrid. Sus respuestas son muy ilustrativas…
Una ilustración ¿Es responsabilidad de quien ilustra?
Pedro Perles: La responsabilidad de la parte ilustrada, es a veces (no siempre) densa. Tiene peso.
Diego Fermín: Sin una buena dirección de arte (y/o implicada) sí, absolutamente.
Ana Yael: Es responsabiidad del mundo que la mira, de la manera de pensar de la sociedad y del momento histórico.
Sr. García: Al 100%. Aunque el cliente tenga muy claro a veces cómo debería ser, el ilustrador es responsable de dar forma al concepto o idea
Una ilustración no se puede deshacer ni repetir tan fácilmente. ¿Verdadero o falso?
PP: Falso. A los hechos me remito. He deshecho/rehecho no pocas ilustraciones. Lo que es más difícil es aceptar que hay que hacerlo. Duele un poco, porque en el ego va implícito el trabajo.
DF: Digo falso porque todo dependerá de la complejidad.
AY: Verdadero y falso. A veces pienso que podría darse que dos ilustradores en dos puntos del planeta, estén pensando y creando la misma ilustración. Si hay ilustraciones fáciles de pensar, también hay ilustraciones fáciles de repetir. A su vez, hay ilustracions fruto del azar, imposibles de ser reintepretadas exactamente igual.
SG: Verdadero. Es complicado rehacer algo que ya funciona perfectamente.
Una ilustración, ¿no es necesariamente arte, pero tiene su arte?
PP: (Risas). Es la consecución o resolución de un trabajo o problema gráfico a través del arte. Sí que tiene arte. Qué arte quillo… Arte algo…
DF: Yo diría que, aunque es arte, no tiene necesariamente su arte.
AY: Una ilustración tiene estilo, mensaje, ruido, poder, indiscreción, elegancia… Combinar todos estos atributos de la mejor manera tiene su arte.
SG: Creo que son dos caminos diferentes. El arte nace de dentro, y la ilustración nace desde fuera, nace para contar algo que no parte de ti, sino que ayudas a dar una imagen.
Una mala idea, ¿puede convertirse en una buena y efectiva ilustración?
PP: Difícilmente.
DF: Si la idea es mala la ilustración no va a ser buena. La idea es lo primero.
AY: Creo que una mala idea puede ser muy efectiva en cuanto a valores estéticos, puede agradar y puede ser celebrada. Pero estos casos rara vez calan hondo, más bien los olvidamos rápido, su recorrido es corto e impreciso. Se convierten en pequeñas anécdotas.
SG: A veces si, puedes ayudar a hacer atractivo algo con un contenido menos interesante.
La mirada de un ilustrador, ¿debe aportar sorpresa, debe ofrecer contexto?
PP: Siempre. A menos que sea un encargo encorsetado y anodino, en el que simplemente se acompaña a los caprichos del cliente.
DF: Contexto creo que sí, lo de la sorpresa es mucho más arbitrario.
AY: Cuanta más sorpresa más interés puede generar, pero lo más satisfactorio siempre será conseguir la reflexión, y sí, que te sitúe en un contexto determinado y te obligue a cuestionarlo.
SG: Me encanta generar sorpresa, al menos esa es mi intención en cada ilustración.
A la hora de encargar una ilustración, el ilustrador o ilustradora necesita saber… (valora de 1 al 5 en orden de importancia, siendo 1 lo más importante y 5 lo menos importante).
PP: 1 Presupuesto; 2 Formato; 3 Propósito; 4 Cliente final o público al que va dirigida; 5 Plazo.
DF: 1 Propósito; 2 Presupuesto; 3 Formato; 4 Plazo; 5 Cliente final o público al que va dirigida.
AY: 1 Propósito; 2 Presupuesto; 3 Cliente final o público al que va dirigida; 4 Plazo; 5 Formato.
SG: 1 Propósito; 2 Cliente final o público al que va dirigida; 3 Formato; 4 Presupuesto; 5 Plazo.
A la hora de pensar en quién va a ser el ilustrador idóneo para el proyecto, hay que tener en cuenta…
PP: 1 Presupuesto; 2 Propósito; 3 Cliente final; 4 Plazo; 5 Estilo.
DF: 1 Propósito; 2 Presupuesto; 3 Formato; 4 Plazo; 5 Cliente final o público al que va dirigida.
AY: 1 Propósito; 2 Cliente final o público al que va dirigida; 3 Plazo; 4 Presupuesto; 5 Formato.
SG: 1 Propósito; 2 Cliente final o público al que va dirigida; 3 Formato; 4 Presupuesto; 5 Plazo.
Pensar en un ilustrador asociado a un estilo, ¿es un prejuicio?
PP: Es un encorsetamiento. Me gusta más pensar en un ilustrador con base en nuestras ideas, las ideas que tenemos. El estilo puede mutar, transformarse. Quedarse en un solo estilo es como apostar todo a un número: es un riesgo, un atrevimiento. Sin embargo, si apuestas por las ideas y por cierta flexibilidad estilística, se parece a diversificar tus inversiones: tienes más opciones de trabajar y de ganar. Eso sí, sin desdeñar grandes estilos de la historia. Pero, claro, son grandes estilos. Steinberg, Heinz Edelman, Sempé…
DF: No, es una virtud.
AY: Creo que es inseparable, aunque existan ilustradores versátiles, o muy capaces de adaptarse a cualquier estilo…
SG: Creo que es algo fundamental, agiliza el trabajo y da la oportunidad de resolverlo con 100% de garantías y satisfacción cliente/ilustrador.
Un ilustrador no es un diseñador.
PP: Cierto. Porque el ilustrador suele entender de cosas que suceden en un marco. Un diseñador entiende lo que sucede en un “marco de marcos”. Sin embargo, a veces, a los ilustradores se nos pide que nos situemos en el plano del diseño, lo que es bastante incómodo. Aunque yo considero que es importante que el ilustrador tenga conocimientos de diseño o de tipografía porque eso enriquece nuestro trabajo.
DF: No, pero puede serlo… y a la inversa.
AY: Son dos profesiones diferentes aunque compartan algunas de sus finalidades. Y aunque existan profesionales que ejerzan ambas, presuponer que un ilustrador puede encargarse del diseño de una cubierta, cartel o panfleto es un error más común de lo habitual…
SG: No, no lo es. Aunque ayuda saber componer y tener criterio de diseñador a la hora de plantear la ilustración dentro de un contexto de diseño de la publicación.
El cliente final no mira ni a través de nuestros ojos, ni a través de los ojos del ilustrador, sino a través de los suyos. ¿Es así?
PP: Me gusta que los clientes “deleguen” la mirada en mí. Me gusta infinitamente más la parte de la idea, la parte de concepto, de pensar, que la de simplemente ejecutar una idea preconcebida. Si me lo puedo permitir, no soy un mero reproductor.
DF: Tampoco, la dirección del arte y el oficio del ilustrador pueden manipularlo.
AY: Espero que los use, si.
SG: No siempre. Y cuando se deja guiar por el ilustrador en general el resultado es más potente porque no se influye por prejuicios.
No se aporta al ilustrador ‘feedback’ suficiente.
PP: Falso. Estamos muy atentos a esto todo el rato. Un pensamiento: a veces, las agencias de publicidad o de comunicación reciben las ilustraciones como los que reciben una caja de manzanas. Quienes nos dejamos parte del alma en un dibujo, necesitamos cierto cariño.
DF: Nunca
AY: En muchas ocasiones es cierto, recibimos como respuesta un ‘no me gusta’ sin ir acompañada de justificación, quizás porque no saben lo que quieren o no saben lo que están buscando. Otras, te encuentras con una estupenda directora de arte que sabe compartir un feedback claro que muchas veces acaba mejorando el resultado final para todos.
SG: No. O lo que es peor, se aporta ‘feedback’ muy confuso, lleno de prejuicios y suposiciones. El ‘feedback’ que abre nuevas líneas infinitas de trabajo no jamás un buen ‘feedback’.
En resumen, es importante tener en cuenta que un trabajo de ilustración, por muy rápido que se necesite, implica elegir caminos en los que es delicado retroceder. En este sentido, una buena dirección de arte es fundamental para conseguir la escucha en una doble dirección: hacia el cliente y hacia quien va a realizar la ilustración. Si logramos atender a las dos partes y que eso respete nuestro propósito original, estaremos generando un dinámica interesante para futuras colaboraciones y proyectos. Establecer esa confianza da seguridad y evita el socorrido uso (y abuso) de las ilustraciones de librería.
Confiemos en las capacidades de nuestro ilustrador, en nuestras propias ideas y en la experiencia de nuestros clientes sin perder de vista que estamos realizando un trabajo único.