No es difícil encontrar patrones en nuestras actividades rutinarias. Por ejemplo, resulta sencillo controlar la cantidad de azúcar que consumimos gracias a las aplicaciones de salud que lo miden todo en nuestro teléfono. Qué alivio saber que el trasto que llevamos siempre encima ‘cuida’ de nosotros…
Otro ejemplo: todos los días laborales salimos de casa a la misma hora. Tampoco resultaría complicado apuntar el momento exacto en la que cerramos la puerta. ¿Tiene algún beneficio hacerlo? Acostumbrarse a repetir la misma acción (anotar la hora de salida) nos puede dar pistas sobre los eventos que alteran ese patrón cuando no se cumple. Así, si un día salimos de casa más tarde quizá sea porque no ha sonado el despertador o porque se nos ha hervido el café. La acción de anotar, registrar o recordar un evento que se repite nos ayuda a resolver posibles fallos en la cadena: todo esto es algo que hacemos sin darnos cuenta.
Llevemos esto al terreno de la obsesión. Los datos recogidos de los registros son un tipo de savia que, según cómo los empleemos, puede servirnos para mucho más. La repetición de una misma acción, sin ir más lejos: hacer una fotografía todos los días al árbol por el que pasamos delante cuando llevamos a nuestra hija al cole. Nosotros lo hemos hecho durante un año entero. Y hemos podido comprobar que el árbol, en mayor o menor medida, es distinto todos los días, hasta el punto de que puede influir en nuestro estado de ánimo.
La hoja es el elemento más visible del árbol y el que más claramente cambia. Estar atentos a este patrón general nos hace más sensibles a percibir otros cambios más sutiles. Es entonces cuando empezamos a darnos cuenta de que cada detalle adquiere importancia. Aparecen una nube, un coche diferente, una persona; atraviesa la hojarasca un rayo de sol; surca el tronco una hilera de hormigas rojas; o nos damos cuenta de que este suelta resina.
En nuestro camino al cole, tomamos la misma fotografía más o menos a las 9 de la mañana. Siempre en el mismo lugar. En esa rutina descubrimos muchos patrones. Si nos retrasamos un poco (dos o tres minutos), el tráfico se vuelve intenso: más arriba está la rotonda frente al colegio, y a la hora de entrada se forman atascos.
Pero también nos damos cuenta de algo que cambia: una bombilla fundida, una tienda cerrada, el estado de limpieza de la calle…
Además, ocurren cosas que en este contexto, el de la repetición, resultan insólitas. Una moto pasa por la acera: ¿cómo es posible? El factor de la coincidencia convierte una experiencia rutinaria en otra adictiva.
Por último, realizar la misma acción nos ha despertado la curiosidad y proporcionado información que, de otra forma, desconoceríamos:
- Sobre la especie y la cantidad de ejemplares de ese árbol, un arce, que existen en nuestra ciudad. No es frecuente ver arces como este por aquí. Antes de empezar a fotografiarlo, pasábamos de largo todos los días, lo ignorábamos.
- Sobre el “comportamiento” del árbol: es normal sensibilizarse ante pequeños detalles como la cantidad de hojas que ha perdido un día de mucho viento o lluvia, o lo rápido que crecen las hojas en primavera.
- Sobre su ubicación: el entorno en el que ese árbol vive. Cuántas horas de luz recibe al día, el tráfico que soporta cada día…
- Sobre las estaciones y el clima: la más seca, la más húmeda en ese lugar, los días de lluvia. Hemos averiguado, por ejemplo, que 2022 está siendo mucho más seco que 2021.
- Sobre su estado de ánimo. Pelado en invierno, frondoso en verano, creciendo en primavera o muriéndose las hojas en otoño: reparar en la belleza oculta del árbol, que suele pasar desapercibida. Un objeto plantado cuya función pudiera ser embellecer un barrio, pero que a fin de cuentas está vivo.
A principios de diciembre, un rayo de luz se cuela por una rendija que queda entre los soportales de los edificios contiguos. Recorre el suelo hasta el lugar en el que está el árbol. Sólo un par de días o tres al año, siempre a la misma hora, se proyecta sobre su tronco. Resulta estremecedor. Pero no hemos conseguido retratarlo. ¡Ni un solo día! Tan sólo conseguimos verlo con nuestros propios ojos. De hecho, fue aquel evento el que nos despertó las ganas de hacer esto cada día, durante un año entero. Ahora, quizá es momento de cambiar de itinerario.